viernes, 8 de septiembre de 2006

12 reglas de servicio al cliente para abogados: el ejemplo americano

Muy interesante la lectura de estas 12 reglas que se publican en www.whataboutclients.com.
Desgraciadamente, no suelen aplicarse por muchos abogados. Yo mismo, sin ir más lejos, me sonrojo al leerlas, y aun cuando puedan existir razones como para no querer o no poder aplicar algunas de ellas, deberíamos hacer un acto de contrición y arrepentimiento, replantearnos la vida profesional e iniciar su puesta en práctica (aunque sea poco a poco).
Se trata, ni más, ni menos, de la plasmación de un viejo lema: "No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti".
Me consta que un amigo mío, realmente escueto de palabras, y abogado, siempre ha cumplido a rajatabla lo de mantener al cliente bien informado, llegándole incluso a "bombardear" (como dice una de las reglas) con comunicaciones que, para mí, eran en ocasiones nimias o innecesarias. Sin embargo, debo reconocer que el grado de satisfacción de sus clientes era altísimo.
Diga lo que se diga de los americanos, son los reyes del mambo en estos manuales de "autoayuda". Y por muy simplones o infantiloides, a veces, que parezcan, siempre resultan bastante acertados y útiles. Además, lo más sorprendente que tienen es que reconocen abiertamente por qué lo hacen: ¡para ganar más dinero! O sea, que son gente sincera. Aunque eso no quita que sea muy duro trabajar con/para ellos, pues su grado de exigencia es de "disponibilidad 24 horas", precisamente porque su mente a menudo no va más allá del "como te pago, eres mío", y aquí estamos por la labor de "compaginar la vida laboral y familiar".
Recuerdo que hace unos años, en uno de esos momentos de crisis profesional que sufro recurrentemente, leí el libro pionero del "Downshifting" ("Downshifting. Cómo dejar de ser esclavo del dinero y mejorar la calidad de vida", de Joe Domínguez y su mujer). La reacción que me causó el libro fue impactante, y no precisamente por su calidad literaria, ni por su formato (como digo, bastante infantiloide para el gusto europeo), sino porque me hizo pensar. Claro que también es muy gracioso comprobar que el autor del libro (que decía haber decidido -y lo consiguió- vivir con unos ingresos anuales equivalentes a unos 4.500 euros) se convirtió en una persona riquísima, gracias a los ingresos del libro y de la compañía que montó para impartir cursos en todo el mundo sobre cómo conseguir vivir con poco dinero (los demás...). En fin. Pero el libro es lo que es, y cumplió su finalidad, que es de lo que se trataba. Desde ese día, me planteo escribir también un libro así y vivir como Joe...ahora.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querría hacer un breve comentario del servicio del Abogado con respecto al cliente, pero una vez finaliza éste. Me explico: esta mañana he tenido una reunión con un cliente que, entre comentarios, me ha dicho que "los Abogados cobramos mucho".

En primer lugar, creo que tendría derecho a enfadarme por su comentario, puesto que un Abogado no tiene horario. Está en el despacho durante horas de oficina, pero en casa tendrá que seguir pensando cómo resolver los temas que tiene, o bien estudiando leyes, doctrina y jurisprudencia.

En segundo lugar, y lejos de enfadarme, le he explicado que la labor del Abogado es como la del ingeniero que reparó la computadora más grande del mundo.

El cliente, extrañado, se interesó por la historia, que es la siguiente: una empresa compró el ordenador más grande, potente y moderno del mercado. De hecho, el aparato ocupaba dos plantas de 300 metros cuadrados cada una. Tres meses después de instalar el aparato, éste deja de funcionar y nadie sabe qué sucede. El director de la empresa decide llamar a un ingeniero experto en temas informáticos. El ingeniero llega a la empresa y solicita examinar la computadora. Impasible, el ingeniero pasea durante dos minutos por la planta baja hasta que llega a un panel. Se agacha, retira la chapa del panel y aprieta un tornillo. Momentos después, la computadora funciona sin ningún problema. El director, emocionado, le pregunta al ingeniero que qué le debe. Este responde que 1.000 Euros... La reacción del empresario no se hizo esperar "1.000 Euros????? Exijo que me envíe una factura detallada de sus servicios, justificando esa cantidad". El ingeniero se encogió de hombros y se fue de la empresa. El empresario recibió a los dos días la factura del ingeniero, que decía así:

Conceptos:
1.- Apretar tornillo: 1 Euro.
2.- Saber qué tornillo apretar: 999 Euros.
Total: 1.000 Euros.

No crees que se puede aplicar esa historia a los Abogados? Seguro entonces que cobran tanto?

Joaquim dijo...

¡¡Ay, el dinero!! !Menudo tema introduces!

Para ser práctico, me permito ofrecerte varias posibles soluciones preventivas (al estilo de la Sra Francis):

1.- antes de hacer nada, conviene entregar un presupuesto (lógicamente, para hacer el presupuesto, tienes que saber de antemano qué trabajo vas a tener que desarrollar) y que el cliente te lo acepte.

2.- Tanto la factura como el presupuesto (desgraciadamente) tienen que estar redactados de manera compleja, extensa y hasta diría que incomprensible. Me explico: cuanto más complejo sea lo que el cliente "percibe" que se va a hacer, más gustosamente pagará tu minuta. Usando tu propio ejemplo (el del ingeniero), fíjate que no se percibe del mismo modo decir "apretar tornillo" que "aplicación manual, mediante instrumentos de precisión específicamente diseñados, de fuerzas giratorias hasta conseguir ensamblaje de materiales opuestos que impida fugas de energías, desprendimientos y lesiones personales en usos futuros; realización de tests de comprobación y auditoría de funcionamiento".

3.- Prohibido decirle al cliente, en la primera reunión, "esto está ganado", pues si está ganado es (según el cliente) porque él (el cliente) lo ha ganado. Luego, como pierdas (lo que puede suceder, a la vista de las teorías de los zoquetes jurídicos que se analizan en este mismo blog), habrás perdido tú (el abogado), y nadie quiere pagar por un trabajo mal hecho.

4.- Mantén informado al cliente durante tu trabajo acerca de lo que haces, de lo que hacen los demás y de lo que te planteas hacer o crees que van a hacer los demás. Dile que algunos planteamientos están siendo variados por la jurisprudencia y que así no hay quien se sienta seguro. ADe este modo, no sólo creas un cierto mimetismo con los sufrimientos de todo caso, sino que consigues que el cliente "perciba" mejor qué hacen los abogados.

CONCLUSION: MUCHAS VECES, LAS COSAS Y ACTIVIDADES SE VALORAN MÁS SEGÚN LA PERCEPCIÓN QUE DE ELLAS SE TIENE QUE POR SU VALOR INTRÍNSECO.