miércoles, 26 de septiembre de 2007

¿IMPARCIALIDAD?



Estoy francamente desolado. Paseando por la web siguiente:
me encuentro con varias quejas presentadas por un ciudadano ante el CGPJ (una de ellas, la que cuelgo en este post) que son como para tirarse de los pelos, o por la ventana.
En la web citada, se pueden ver los videos a los que se alude en las quejas, videos en los que (si bien es cierto que con un audio nefasto) al parecer aparece una juez de un juzgado de violencia contra la mujer (fuera de la sala de vistas) instruyendo a una supuesta víctima de violencia de género (o doméstica, ya me hago un lío). La jueza, al parecer, le indica que vaya a hablar de su parte con cierta mujer (que resulta ser miembro de una asociación feminista que presta asistencia jurídica a víctimas), y le aconseja, asimismo, que alegue maltrato psicológico.
Para ponerle algo de humor al tema (¡y mira que es difícil!), diría que así cualquiera gana, y que eso es como jugar con las cartas marcadas. ¡Qué no daría un ciudadano -o un abogado- por saber cómo tiene que entrarle a un juez, qué alegar y con quién defendserse¡
Precedentes de esto (de jueces proactivos) ya los tenemos en España. Por citar uno, me viene a la memoria el gran juez Pascual Estivill, que aconsejaba a los acusados con qué buen abogado penalista tenían que defenderse (Piqué Vidal). Era infalible. Si el acusado seguía los consejos del juez respecto al abogado (y previa entrega de ciertas cantidades en metálico o por transferencia a Suíza), lo que antes era una prisión provisional se transformaba automáticamente en libertad y, luego, en archivo del caso.
Moraleja: hay que respetar y acatar las decisiones judiciales...aunque no se reflejen en una resolución judicial.
Recientemente, en la televisión se han pasado unos anuncios institucionales (no sé si del Instituto de la Mujer, o si de algún Ministerio) sobre violencia de género (o doméstica), y en ellos, tras relatar en unos segundos el infortunio de una mujer maltratada, se concluye: ella confió en la ley, y todo salió bien.
¡ay, ingenuos publicistas! Os recomiendo leer esta frase de Félix-María Pedreira González (Problemas fundamentales del delito de prevaricación judicial): las dificultades relativas a los límites del Derecho Penal no sólo se plantean con respecto al legislador, sino también con respecto al aplicador del Derecho, pues resulta obvio que de nada sirve el Ordenamiento jurídico más respetuoso con los derechos y garantías de los ciudadanos si en el momento decisivo los jueces y magistrados lo aplican a su antojo y en la más absoluta impunidad, algo que, lamentablemente, sucede con no poca frecuencia en la práctica.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

TODO ES LO MISMO: SILOGISMO, ORTOGRAFIA Y SINTAXIS (EL SUEÑO DE ALGUNOS JURISTAS)

1.- LA NOTICIA.
El caso se ha dado enla Audiencia Provincial de Valladolid. Su sección Segunda (penal) dictó sentencia condenando a un acusado. El acusado interpuso recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional al haber intervenido uno de los Magistrados de la sección anteriormente en la resolución de algunos recursos durante la instrucción de mismo caso. El Tribunal Constitucional le da la razón al acusado y obliga a la Audiencia Provincial a dictar nueva sentencia, pero por otros magistrados. Y así se hace, pero con la peculiaridad de que la nueva sentencia ha resultado ser idéntica en la redacción de los hechos, de los fundamentos de derecho, la sintaxis, los puntos y comas y el resto de la ortografía (obviamente, sí se cambiaron los nombres de los integrantes de la sección y el número de autos). Más información en:
2.- LOS COMENTARIOS.
¿Quién dijo que el silogismo judicial está de capa caída? Desde luego, debía ser algún ingenuo como yo porque la sentencia comentada pone de manifiesto que no es así.
La sentencia comentada demuestra que la ley es igual para todos, que la actividad judicial es mecánica (ante unos mismos hechos, una misma consecuencia jurídica), y que la ortografía y la sintaxis (que también son normas -de la Real Academia de la Lengua-) no son una excepción.
La Sentencia comentada es la prueba de que el relato de Borges Pierre Menard, autor del Quijote no es una fantasía, sino una realidad. No importa que estemos ante sujetos distintos cuyas vidas se desarrollan alejadas en el tiempo; siempre es posible reconstruir una historia idéntica, en cierto modo especular. La historia es distinta, pero es la misma, idéntica. Como las sentencias: son distintas (pues las han dictado jueces distintos en momentos distintos), pero son idénticas en todas sus páginas, puntos y comas.
Este, y no otro, es el sueño de algunos juristas: igualdad y seguridad jurídica.
Contra la desigualdad y la inseguridad: silogismo jurídico.

lunes, 17 de septiembre de 2007

¿DEBERÍAN LOS JUECES DECLARAR SUS BIENES?






A cualquiera de nosotros se nos llenaría la boca de frases épicas si tuviésemos que comentar o defender la necesidad de que la justicia (entendida como administración de justicia) sea independiente e imparcial.


Muchos dirán que esta no es una cuestión nueva, y que ya los textos constitucionales se encargan de proclamarlo (de hecho, la Constitución española ya lo hace al declarar en el art. 117 que La justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey por Jueces y Magistrados integrantes del poder judicial, independientes, inamovibles, responsables y sometidos únicamente al imperio de la Ley).


También se dirá (de hecho, lo declaran tajantemente el Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional e incluso el Tribunal Europeo de Derechos Humanos) que existen mecanismos adecuados para preservar, precisamente, esas aúreas características de la función judicial (la independencia y la imparcialidad), como son los mecanismos de la abstención y la recusación (yo añadiría incluso la tipificación del delito de prevaricación judicial).


Tomando prestadas las palabras del TEDH, los institutos de la abstención y recusación tienen por objeto salvaguardar la apariencia de imparcialidad que debe caracterizar ala administración de justicia. Así, se ha declarado que Incluso las apariencias pueden tener importancia, pues pueden afectar a la confianza que los Tribunales de una sociedad democrática deben inspirar a los ciudadanos en general, y en particular a quienes son parte en el proceso (STEDH de 1 de octubre de 1982, caso Piersack; STEDH de 26 de octubre de 1984, caso De Cubre, y STEDH de 24 de mayo de 1989, caso Hauschildt).


No obstante, y visto lo que se ve por esos mundos de Dios, lo que planteo va más allá de lo que tenemos, de palabras bonitas y retórica académica. Lo que planteo es si sería conveniente reforzar esas apariencias mediante actuaciones preventivas y transparentes, como las que se siguen para los cargos políticos (pues ya sabemos que en muchos parlamentos -y el español no es excepción- los sres diputados deben presentar una lista o declaración de actividades y bienes).


Si esta medida de publicar (o al menos presentar) una lista de bienes se nos vende como un gran progreso en la lucha contra la corrupción y como bálsamo contra las sospechas, no entiendo por qué no podría trasplantarse la medida al ámbito judicial. Al fin al cabo, los jueces son tan servidores públicos (más, diría yo) como los políticos, y las funciones de aquéllos se extienden más allá en el tiempo que las de los políticos (el político hace la ley puntualmente, mientras que el juez la aplicará -o no- durante toda su vigencia).


Ya sé que hecha la ley, hecha la trampa, y que lo que es de uno puede aparecer a nombe de otro, y que hay cuentas bancarias en paraísos fiscales que no siempre se conocen. Pero por algún sitio se debe empezar. ¿O no?



jueves, 13 de septiembre de 2007

¿POR QUÉ LOS ABOGADOS NO SOMOS FELICES?



Muchas veces me lo he preguntado, pero respecto a mí mismo, no como una pregunta relativa a la profesión.

Me vienen a la cabeza razones como flashes: que si los tribunales van lentos, que si los jueces no saben, que si los clientes no entienden, que no cobramos lo que deberíamos...

Pero para quien quiera saber más al respecto, y de una manera sistematizada, aquí adjunto un link para leer y meditar:

http://saberderecho.blogspot.com/2007_08_01_archive.html

Se trata del blog de Gustavo Arballo. Un blog interesantísimo que, aunque trata temas argentinos, creo que sus comentarios trascienden y caen de lleno en los males endémicos de la justicia (o lo que sea o se le quiera llamar).

Del tema que nos ocupa, hace un resumen de un artículo publicado en la Cardozo Law Review.

Y para completar la lectura, recomiendo este otro:

http://www.degerencia.com/articulo/los_abogados_un_colectivo_especial

en el que se profundiza en la tendencia al pesimismo que invade a los abogados.

Pues eso. A leer y meditar.

INTOXICACIONES, FISCALES Y UN POCO DE CONSIDERACION



Mal de muchos, consuelo de tontos (y señal de que algo va mal).

Ayer tenía que haber empezado a celebrarse un juicio por la intoxicación sufrida, en el año 2002, por unas 1.435 personas como consecuencia de una salmonelosis tras haber comido una tradicional coca de Sant Joan catalana que estaba en mal estado.

El juicio de ayer, al que estaban citados unos 40 testigos (además de algún perito) y asistieron las partes afectadas, se tuvo que suspender porque a alguien (fiscal, acusadores privados, juzgado) se le olvidó pedir que fuera citada la compañía aseguradora de la pastelería de la que salió la coca en mal estado, dado que la compañía aseguradora puede resultar ser la responsable civil y tener que hacer frente a las eventuales indemnizaciones.

¿Pero cómo no se les va a olvidar si el juicio tiene lugar al cabo de 5 años? ¿Quién se acuerda ya de los retortijones, de las náuseas, de las fiebres, del malestar o de cualquier otro síntoma que provocase la salmonelosis?

El Juez (por fin uno como Dios manda) pidió varias veces disculpas a los presentes y se encargó de informar que la culpa era un olvido defiscalía o acusadores privados. El Fiscal dijo que no era culpa suya (del Fiscal), argumentando que tienen pocos recursos y mucho trabajo. Supongo que luego se empezarán a tirar los trastos por la cabeza, para desconcierto de los que asistieron puntualmente a la cita.

Y, hala, todos a casita otra vez hasta que vuelvan a ser citados.

Ya lo dice un amigo mío: la culpa es de la gente que se empeña en acudir a la justicia. Total por una coca en mal estado... Al fin y al cabo, durante la guerra civil la gente tenía que comer las peladuras de patata que encontraba entre las basuras y nadie se quejaba...

Y digo yo: ¿no deberíamos plantearnos la privatización de la justicia?. No digo que se vuelva a la composición privada (pues eso sería tanto como permitir que los afectados le hagan tragar al pastelero -como a las ocas francesas- media docena de cocas cremosas en mal estado), sino a una administración privada de la justicia donde se premie la eficiencia y la eficacia, y se castigue al gandul o al que no se recicla.

Aunque, visto lo visto, tal vez me sea más productivo contactar con los testigos que acudieron al juicio y ofrecerles mis servicios para que reclamen a la administración de justicia por mal funcionamiento.

jueves, 6 de septiembre de 2007

SOLO UN POCO DE CONSIDERACION (SEGUNDA PARTE)


Y llegó el día del juicio. Estando yo citado (bajo apercibimiento, caso de incomparecer, de imponerme una multa de entre 200 y 2000 euros), he usado dos despertadores para levantarme a las 6. Busco en un callejero de internet la calle del juzgado para ir directo y compruebo que la dirección que aparecía en la citación que me entregaron estaba mal. Como me he levantado positivo, pienso que fue un lapsus calami. Ducha, café con leche, llenado del depósito del coche, manta y carretera. Después de una retenciones por un accidente, unas obras y algún susto de fitipaldis kamikaces, lllego a las 9:15. Todo correcto. En el juzgado hay mucha gente (uy, uy, uuuy). Pregunto y resulta que el juicio para el que me habían citado a las 9:30 era el tercero de la mañana, y ninguno de los que me precedían había aún comenzado (¡ya estamos!). El Juzgado tiene la costumbre de llenarse la mañanade juicios a los que asigna 10 minutos para cada uno de ellos, y da igual si hay detenidos o no, si hay peritos o no, y de cuántas partes se trata. Paciencia.
El primer juicio empieza, en lugar de a las 9, a las 10. Pero eso no es lo peor. El agente judicial empieza a entrar y salir de la sala nervioso y traslada el nerviosismo a todos los presentes en el pasillo (unas 20 personas que se pelean por alcanzar alguna de las 12 sillas que hay). Dice algo de una secretaria judicial que no ha venido y que sólo queda una que tiene que repartir su trabajo entre 2 juzgados. Miro la hoja que lleva con el listado de los juicios del día y veo que aparece el mío.
Empiezan los corrillos y los primeros rumores (¿se van a suspender los juicios?, ¿estaremos aquí hasta bien entrada la tarde?). No hay noticias oficiales.
A las 10:15 sale otra vez el agente judicial y anuncia a los presentes en voz alta que vayamos a desayunar y volvamos hacia las 10:45 pues hay mucho retraso. La fauna social que espera, a pesar de su variopinta procedencia y condición (pues había payos y gitanos, imputados, testigos y perjudicados, abogados, médicos, traductores y policías, españoles, rumanos, brasileños y alemanes) es sabia y sabe perfectamente que no es preciso preguntar (como, en cambio, sí haría en un aeropuerto en circunstancias similares) si el desayuno corre a cargo de la administración de justicia. Obviamente, no. El desayuno va a nuestras costas.
Vamos a desayunar (algunos -curiosamente, los gitanos, rumanos, brasileños e imputados no-) y regresamos a la hora dicha, pero seguimos siendo los mismos de antes del desayuno y unos cuantos más (los citados para los juicios siguientes). No hay sillas libres y el calor aprieta.
Aparecen dos funcionarias que no se identifican y que van diciendo en voz alta: "se suspenden los juicios que estaban señalados hasta las 10:30, que quedan convocados para -ojo al dato- el próximo 30 de enero de 2008, pero se mantienen los restantes pues hay atasco y es imposible atender a todos". ¡Menudo atasco si con un juicio necesitan ahora 4 meses! -pensé jocosamente-. Por otro lado, no deja de ser curioso que, ante esta situación, se decida suspender los juicios de los que han llegado antes al juzgado y se mantengan los otros...
Tras un momento de desconcierto, nos aclaran que la suspensión afecta a los juicios del juzgado nº 2, no al nº 1 que es el mío. Pero en el mío han entrado sólo las personas del primer señalamiento, son las 11 y al parecer tienen para rato. Vuelven los rumores de suspensión. Empieza a cundir la desesperación (¿nos dirán que vayamos a comer y volvamos por la tarde?, hay gente que trabaja, y otros, como yo, que venimos de otras ciudades y queremos pensar que alguien nos espera, o que estamos perdiendo oportunidades de negocio -fuera del juzgado, claro; aunque, bien pensado, tal vez si me hubiese llevado unas latas fresquitas de cerveza, refrescos y unos bocadillos, me habría podido sacar un buen pellizco ya que en el juzgado no hay ni una sola máquina de vending a la vista o alcance de los administrados-).
Cada vez se oyen más respiraciones profundas (de esas que denotan desesperación, cansancio o cabreo contenido). El agente vuelve a salir (a las 11:30) e informa que la juez del juzgado nº 1 "se está planteando" (o sea, es un rumor bien fundado) suspender todos los juicios que se habían señalado para esta mañana a partir de las 9:20 (o sea, todos menos 2). Pero por muy bien fundado que esté el rumor decido seguir allí, impertérrito y firme en mi convicción de que he sido citado para colaborar con la justicia, de que voy a ser útil y de que, si me voy, igual me imponen una multa de entre 200 y 2000 euros. Y aguanto como un machote, no sin antes tener que escuchar a una persona sentada a mi lado (imputada, según oí) que dice "eto é un caxondeo y no sirve pa ná; lo mejor é arregalalo pegando al tio dos tiros y al truyo". Me imagino que lo decía porque en la cárcel, al menos, te sirven 3 ágapes al día gratis.
Sigamos: a las 12:15 se acaba el juicio de los únicos que habían tenido la suerte de entrar y el agente nos dice: "se va a suspender el resto; vamos arriba al juzgado -se refiere a la oficina-". Subo y le pregunto que qué pasa con mi juicio; me dice que pase y hable con una señorita, que ella me dirá. Entro. Espero. Cuando me dan la palabra, pregunto. ¿Y sabéis cuál ha sido la respuesta? Pues que mi juicio ni siquiera se tenía que celebrar ya que las partes renunciaron. Así, sin más. Ni un "lo lamentamos", o un "perdone usted que no le hayamos avisado antes pero ha sido repentino". Nada.
¿Qué hago? ¿Grito?, ¿doy un golpe a una mesa?, ¿me voy a buscar al compañero de pasillo que lo arregla todo a tiros? ¿o me asocio con el brasileño y montamos juntos un chiringuito de bebidas en el juzgado?
Mi reacción ha sido pedir un justificante de mi presencia desde las 9:15 hasta las 12:30. ¿Y para qué lo he hecho? Pues para interponer una reclamación por funcionamiento anormal de la administración de justicia y reclamarle todos los gastos que me ha ocasionado desplazarme hasta allí (210 Km de kilometraje, peajes, desayuno y parking) y compensarme las molestias (voy a pedir lo mismo que me habrían pedido a mí de no haber asistido puntualmente: entre 200 y 2000 euros).
Prometo colgar en el blog mi reclamación y tener a todos al corriente de sus vicisitudes (que ya podéis imaginar que serán patéticas).
Luego, al salir del juzgado, veo el cartelito que encabeza este post y decido arreglar mi curriculum para entregarlo cuando vuelva por Sant Feliu de Guíxols.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

SOLO UN POCO DE CONSIDERACION



Para que la vida funcione medianamente bien, a veces basta con un poco de consideración y buena educación.

A finales del mes de julio pasado, se presentó un agente de la Guardia Urbana de Barcelona en mi despacho para entregarme una citación judicial: tengo que personarme mañana como testigo en un juicio de faltas que se celebra en Sant Feliu de Guíxols (Girona, a unos 100 km de Barcelona, para más señas).

La cosa tiene su gracia: en la cédula de citación, si bien aparece la dirección del juzgado, no aparece ningún número de teléfono (ya no digamos dirección de correo electrónico) al que poder llamar para saber algo, o interesarse por si se ha suspendido o no el juicio (algo bastante frecuente, por cierto) y evitarse uno el viajecito. Pero eso (la falta de un número de teléfono) creí que se solucionaba fácilmente. Abro el Google, me meto en la dirección del Ministerio de Justicia y busco el Juzgado y su teléfono. Ja, ja. Tras llamar al número que aparece en la web, aparece un mensaje de Telefónica diciendo que "ese número no corresponde a ninguna línea en servicio". Vaya por Dios. Busco el teléfono del Decanato, sigo el mismo proceso y, oh sorpresa, aparece el mismo mensaje telefónico. Nuevo intento, pero ahora a través de la página web del Departamento de Justicia de la Generalitat de Catalunya. Ahora sí que aparece un número al que llamo y me atienden (muy correctamente y sin tener que esperar, todo sea dicho).

Volvamos a la cédula de citación. Sólo se indica que debo asistir como testigo a un juicio de faltas por lesiones imprudentes (y voy a transcribir literalmente) "a denuncia de , contra, ", con los apercibimientos de que si no voy, multa que te crío. Total, que no sé (por la cédula) a qué voy, ni quién denuncia ni a quién.

Por la ubicación del juzgado, y haciendo memoria, supongo que debe ser por un accidente que presencié hace un año y en el que di mis datos personales voluntariamente a los perjudicados por si era necesario (pues hubo un lesionado, que era un niño de corta edad).

Me pregunto qué le costaría a la familia del lesionado (que tenía mis datos) hacerme una mísera llamada para advertirme o pedirme mi disponibilidad para asistir al juicio; me pregunto qué le costaría al abogado que les lleva el asunto haberme hecho una llamada en el mismo sentido (aunque sólo fuese por corrección profesional al saber que soy un compañero de profesión, y ya no digamos por una consideración de estrategia procesal, pues no sabe qué voy a decir ni si será a favor o en contra de sus intereses); me pregunto qué le costaría al juzgado ofrecer algún dato más sobre el asunto, o incluso informar acerca del derecho a ser compensado por el desplazamiento.

Pues nada. Esta noche me toca desplazarme a mis costas, pernoctar cerca del lugar a mis costas, ir a primera hora a un juicio de no sé qué, confiar en la memoria y esperar (de manera ingenua) que mañana, tras el juicio, a alguien se le ocurra agradecer las molestias. Cuestión de simple consideración y educación.