lunes, 28 de septiembre de 2009

GESTACIÓN DE UNA SENTENCIA


La ciencia (con el permiso y contribución de National Geographic) nos ha permitido observar, día a día, el proceso de gestación de un ser humano en el seno materno. Al parecer, "se ve el momento de la concepción, el desarrollo del cerebro y cómo comienza a latir espontáneamente el corazón. También, cómo un feto de 11 semanas se golpea a sí mismo, o que a las 24 semanas ya abre y cierra los ojos, saca la lengua y tiene su primer ataque de hipo. Ya en su último trimestre, vemos su habilidad para percibir sonidos, cómo sueña...".

Una vez conseguido este avance sobre algo tan antiguo como el ser humano, no nos puede sorprender que lo mismo pueda conseguirse de una sentencia (cuya antigüedad es inferior a la propia existencia del ser humano). Al fin y al cabo, quien puede lo más, puede lo menos.

Me explico: tradicionalmente, se nos ha enseñado que la sentencia es el resultado de una serie de trámites que van desde la formulación de las pretensiones de las partes, la prueba de los hechos y las alegaciones jurídicas hasta la deliberación del tribunal (en solitario, si se trata de un juez, o en equipo, si se trata de un tribunal colegiado). El tiempo que ello ocupa es variable pues depende de factores como la mayor o menor complejidad del asunto, la mayor o menor capacitación del juez o su carga de trabajo. Concluidas estas fases o hitos, la sentencia se redacta, se firma, se notifica a las partes y se publica.

Todos los trámites (salvo los relativos a la deliberación de los jueces y redacción de la sentencia) son públicos y comprobables.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte se puede comprobar que el proceso de deliberación es cada vez más accesible a todo el mundo.

Por poner un ejemplo, leí ayer en La Vanguardia que, al parecer, el Tribunal Constitucional, en su larga deliberación -3 años, creo ya que lleva- acerca de la constitucionalidad del Estatuto catalán, parece que se decantará por su constitucionalidad, pero ello como contrapartida a no permitir la configuración que de la organización judicial en Catalunya se contiene en el Estatuto. Según se comenta, parece como si todo pudiera pactarse, o matizarse, salvo aquello que afecte a los jueces ya que no les gusta que se les toque su estatus. Se habla, así, de la voluntad de los magistrados del Tribunal Constitucional de que el Tribunal Supremo siga manteniendo su hegemonía como "garante de la uniformidad interpretativa de las leyes en España", o de evitar que existan órganos desconcentrados del Consejo General de Poder Judicial, o de evitar que se imponga a los jueces que desarrollen su trabajo en Catalunya el deber de conocer adecuadamente el catalán (idioma oficial en Catalunya, junto con el castellano, dicho sea de paso, con el antiguo Estatuto y con el nuevo).

Otra muestra de esta "visualización" día a día del proceso de gestación de la referida sentencia la encontramos en las disquisiciones (deliberaciones) que van saliendo a la luz en función del color o tendencia política de los magistrados del Constitucional (conservadores, progresistas). He aquí la prueba: http://www.elpais.com/articulo/espana/Constitucional/encalla/aspectos/clave/Estatuto/catalan/elpepiesp/20090823elpepinac_2/Tes

Puestos a conocer las cuitas deliberativas, lamento que National Geographic no haya podido introducir en los despachos constitucionales sus cámaras y micrófonos pues, sólo así, podríamos hacernos una idea mejor acerca de si, como consecuencia de la maduración del feto, se acabará pariendo a una criatura de un sexo u otro (o si tendrá un poco de cada uno), más o menos guapa, o si sufrirá alguna enfermedad congénita para la que debamos estar preparados. Y ello sin descartar, claro está, la posibilidad (en casos extremos y justificados) de interrumpir el embarazo.

Ciertamente, la justicia del siglo XXI trabaja con medios del siglo XIX, y, por eso, el acceso a las deliberaciones aún se tiene que hacer mediante el recurso a las viejas y anónimas filtraciones y comentarios de pasillo y cantina. Sin duda, la mejor manera de mantener las ilusiones y temores de antaño, cuando no existían aún las ecografías tridimensionales ni National Geographic.




viernes, 25 de septiembre de 2009

DIVERSIDAD SEXUAL Y DERECHO




Ciertamente, el sexo es uno de los motores de la vida humana, tanto desde el punto de vista biológico como social.


A estas alturas del siglo XXI, pocas sorpresas nos puede deparar ya la biología o la sociología sobre la práctica del sexo. Y es que para para formas, posturas y gustos, los colores.


Pero ocurre que el sexo, que tantos placeres da a los humanos, puede acabar actuando en contra de los mismos, ya sea en su integridad física, psicológica o en su dignidad.


Ahora voy a referirme a los supuestos "desviados" (o, como decía Torcuato Luca de Tena, a esos "renglones torcidos de Dios").


La semana pasada asistí al acto de entrega de diplomas a los alumnos de uno de los Masters en los que imparto algunas clases. A dicho acto asistió la Consejera de Justicia de la Generalitat de Catalunya (Montserrat Tura) quien hizo un discurso, por el que la felicité, acerca de los valores que deberían tener los abogados en mente a la hora de ejercer su profesión. Entre otras cosas realmente dignas de recordar, dijo que el abogado tiene que luchar por la consecución de los derechos y libertades, sin miedo, pues si no actuamos así, no somos dignos de tales derechos y libertades.


El discurso, realmente positivo y adecuado al acto solemne, no tiene relación con lo que estoy tratando en este post, pero sí lo que, curiosamente, hizo la misma Consejera ese mismo día en otro ámbito distinto del académico. Resulta que presentó oficialmente el llamado "Protocolo de tratamiento farmacológico coadyuvante en la intervención de los delincuentes sexuales".


A grandes rasgos, se trata de una serie de medidas terapéuticas a adoptar sobre ciertos delincuentes reincidentes en materia sexual (concretamente, para casos de pedofilia, sadismo sexual, trastorno sádico de la personalidad, o agresores sexuales en serie).


Las medidas consisten en el suministro a los delincuentes (siempre con su consentimiento informado y bajo controles especiales) de fármacos hormonales o psicoactivos, cuya misión es la de reducir la producción de hormonas en los testículos o evitar sus efectos sobre el cerebro o los órganos genitales.


La noticia es sorprendente, mas no por su novedad, sino por lo que supone reconocer que a los seres humanos, para protegernos de nuestros congéneres, ya no nos basta con el Derecho y sus formulaciones tradicionales (delito, juicio, castigo, privación de libertad). Eso ya no basta. Tenemos que acudir a la ciencia, a la tecnología, a la farmacología, delegándose, así, la protección tradicionalmente encomendada a los jueces y a la administración, hacia otros profesionales y empresas: médicos, psicólogos, psiquiatras o laboratorios farmacéuticos.


Precisamente a propósito de esta delegación hacia otros sujetos (a menudo ya de tipo privado), han saltado a la luz esta semana las presuntas irregularidades cometidas por una empresa encargada por la Consejería de la Comunidad de Madrid de suministrar y controlar a los agresores sexuales las famosas "pulseras" (pues, al parecer, cuando se disparaba el aviso de acercamiento, algunos trabajadores de la empresa se ponían en contacto con el agresor y le permitían saltarse la prohibición de acercamiento).


Ya no nos debe sorprender la ciencia ficción.


El Protocolo presentado por la Consejera que estoy comentando no sé si es bueno o malo. Sólo quiero destacar que me deja sobrecogido en tanto en cuanto refleja la debilidad del ser humano y nos alerta de los peligros a los que está sometido.


Los recién licenciados, o nuevos Masters, deben también conocer esta triste faceta de nuestra profesión: la búsqueda de la justicia en medio de las peores miserias humanas.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

EL HOMBRE ELEFANTE


La triste historia del Sr. John Merryck, llevada al cine bajo el título de "El Hombre Elefante", ha marcado mis pensamientos desde que la vi. Especialmente aquella escena en la que, tras ser tratado como un bicho raro de feria y ser cruelmente maltratado, dijo, como un lamento salido de lo más profundo de su ser: "¡Yo no soy un animal; soy un hombre; soy un ser humano! ¡Yo también tengo sentimientos!". Sencillamente estremecedor.


¿Por qué, ahora, rememoro una de las mejores y más dramáticas, escenas del cine? Pues porque acabo de leer la noticia relativa al juicio celebrado ayer contra el Juez Regadera (ex Juez Decano de Barcelona) y su esposa (Notaria, creo, y no sé si ya ex-esposa del ex-Juez Decano) por violencia doméstica.


Muy sintéticamente, al parecer, la esposa descubrió una infidelidad de su esposo, llegó a casa, discutieron y se causaron, recíprocamente, diversas lesiones que van desde las magulladuras tan tristemente habituales, hasta las mordeduras y el intento de presión en los genitales masculinos (la verdad, me cuesta un poco de imaginar la situación si el hombre está vestido y no usa prendas excesivamente ajustadas, pero es cierto que la realidad siempre supera la ficción).
Se han publicado las declaraciones de ambos en el acto del juicio con bastante detalle. Pueden leerse en el periódico El País (http://www.elpais.com/articulo/cataluna/mujer/ex/juez/decano/dice/intento/matar/declara/defendio/elpepiespcat/20090916elpcat_7/Tes)



No me interesan los detalles, más o menos escabrosos, ni más o menos sorprendentes (como que el Juez declarase que, después de la discusión, saliera a la terraza a tomarse un vaso de agua fría -ya se sabe que contra el acaloramiento, nada mejor que un buen vaso de agua fría tomado el fresco en la terracita del lugar de los hechos, frente a la habitación de los tormentos-).


A mí lo que me interesa destacar es que estos desagradables sucesos (que nunca deberían suceder, pues dicen muy poco, y malo, de las personas a quienes afecta), y muy especialmente el hecho de que sea un Juez uno de los protagonistas, seguro que habrán hecho al Juez plantearse más de una cuestión trascendental sobre su función y modus operandi en su trabajo diario.


Me explico: es conocido por los profesionales que andamos por los Tribunales el trato (demasiado frecuente, por desgracia) frío, distante, a veces grosero (cuando no despectivo) o sumamente autoritario que despliegan algunos jueces frente a las partes afectadas y los profesionales que las defienden cuando ejercen sus funciones, y más concretamente, durante los juicios.


Suelen olvidar estos (malos) jueces que nadie (salvo los querulantes -lo cual, al parecer, es un trastorno mental-) acude a los Tribunales ni para perder el tiempo, ni para divertirse. La gente acude a los Tribunales, muy a su pesar, para que "se haga justicia" ante algo que, para el afectado, le causa un daño o un temor, o para que alguien le reconozca sus derechos. En definitiva: para cualquier persona, ir a un Juzgado es un mal trago y piensa, generalmente, que su problema es el más grave (de los que a ella le afectan).


¿Y qué sucede cuando acude a un Tribunal? Pues que, a veces, le apremian para que "abrevie" sus explicaciones, no le miran a los ojos, no le piden disculpas si el juicio empieza tarde, le formulan preguntas agresivas como si ya se hubiese determinado su culpabilidad de antemano, no le perdonan que (debido a los inevitables nervios de quien acude a un lugar inhóspito y cargado de ritualismo pseudo-sagrado) pueda estar confundido o explicarse mal, ni le dan explicaciones acerca de cómo funciona la justicia.


Sólo por eso (para comprobar qué siente la persona que está frente a los jueces) es muy interesante que los Jueces vayan de acusados, de partes afectadas e interesadas en el conflicto que se debate. Sólo así vivirán en sus carnes lo que puede suponer estar nervioso y temeroso de cuál va a ser la decisión o solución al problema que adoptará una persona a la que no conoce y que le ha mostrado tener escaso interés en su problema.


Otra escena de vídeo que vale la pena ver es el juicio que tuvo lugar contra el Juez Ferrin Calamita por prevaricación. Estaba sudoroso, tartamudeaba al responder, sufría lapsus mentales, lloraba, le temblaban incontroladamente las manos y se requebrajaba su voz, que se oía muy ténue (especialmente si se la compara con el tono casi militar con que trataba a las personas que pasaban por su juzgado de Familia y la forma en que redactaba sus resoluciones).

Otra cosa es que, los Jueces, cuando juzgan a otros jueces, relajen esas conductas que critico (véase el vídeo de Ferrín Calamita, por ejemplo, en la que el tribunal le permitió al juez acusado declarar sentado en el lugar de los abogados, le invitó, amablemente, a beber agua -fresquita, supongo también-, a calmarse y a tomarse el tiempo que necesitase para tranquilizarse). Eso demuestra que la discriminación y el trato de favor existen, independientemente de cuál sea la sentencia final.


Si los Jueces acusados (Ferrín Calamita, Regadera o quien sea) hubiesen visto "El Hombre Elefante", y durante el juicio hubiesen recibido el trato descortés que dispensan algunos, seguro que en su mente, y para el resto de sus días, retumbarían las desgarradoras palabras de John Merryck:

"¡Yo no soy un animal!; ¡soy un hombre!; ¡soy un ser humano!; ¡yo también tengo sentimientos!"