miércoles, 16 de julio de 2008

NACIDO PARA AMARTE

No me importa lo que digan los demás, ni lo que yo mismo diga muy a menudo: he nacido para amar la justicia.

No importa que el camino sea largo, ni tortuoso, ni indefinido, ni que sus múltiples servidores sean alguno de esos Goblins de apariencia y tácticas mutantes que cambian inesperadamente la forma y los caminos del laberinto de la justicia.

No importa que sean impredecibles (tal vez porque, en realidad, no lo son: en los casos difíciles, sencillamente, no aciertan), ni que antepongan su obstinado empecinamiento a cualquier interpretación razonable de la ley. Ellos saben que en su profesión (como en el boxeo) es más importante dar que recibir, y dar siempre es una virtud.

“I was born to love you

With every single beat of my heart

Yes, I was born to take care of you

Every single day of my life"





lunes, 14 de julio de 2008

DESPELLEJAR AL PREVARICADOR














Cuenta Herodoto, en el Libro Quinto de Los Nueve Libros de la Historia, que: “XXV. Así le habló Dario, y dejando en Sardes por virrey a Artafernes, su hermano de parte de padre, dirigióse luego a Susa llevando en su corte a Histieo. Al partir nombró asimismo por general de las tropas que dejaba en los fuertes de las costas a Otanes, hijo de Sisamnes, uno de los jueces regios a quien, por haberse dejado sobornar en una sentencia inicua, había mandado degollar Cambises, y no satisfecho con tal castigo, cortando por su orden en varias correas el cuero adobado de Sisamnes, había hecho vestir con ellas el mismo trono en que fue dada aquella sentencia: además, en lugar del ajusticiado, degollado y rasgado Sisamnes, había Cambises nombrado por juez a Otanes, su hijo, haciéndole subir sobre aquellas correas a tan fatal asiento, con el triste recuerdo al mismo tiempo le hizo advertencia de que siempre tuviera presente el tribunal en que estaba sentado cuando diera sus sentencias”.
Parece ser que en el S. XV estaba de moda en lugares como Brujas, Lovaina o Bruselas encargar a pintores la realización de obras que sirviesen de ejemplo a los ciudadanos, especialmente para reforzar la idea de imparcialidad o integridad de los Ayuntamientos o instituciones públicas. Así, creo que fue el Ayuntamiento de Brujas el que encargó al pintor Gérard David la obra que adorna este post, y que lleva por título "La justicia de Cambyses". El pintor se inspiró (o fue inspirado) en el relato de Herodoto antes transcrito que, como se puede observar, describe a Cambyses como una persona realmente expeditiva.

Sería interesante analizar cómo ha evolucionado la figura de la prevaricación judicial a lo largo del tiempo para entender dónde estamos y hacia dónde podemos ir.
Ahora, simplemente traigo a colación lo que dice Félix-María Pedreira González ("Problemas Fundamentales del Delito de Prevaricación Judicial", Editorial Universitaria Ramon Areces, 2007): "...en nuestra jurisprudencia los supuestos de condena por delito de prevaricación de Jueces y Magistrados...son tan escasos que verdaderamente resulta difícil encontrar sentencias en las que se haya declarado su responsabilidad...Ello no responde, como parece evidente, ni a que se deba exigir menor responsabilidad a los mismos frente a otros profesionales que desempeñan funciones de menor trascendencia y que no tienen atribuido ese poder demoledor, ni tampoco a que estos operadores jurídicos siempre hayan manifestado, sin excepción, un comportamiento intachabe y respetuoso en el desempeño de su tarea, sino fundamentalmente a una "praxis" injustificada tendente no exigir responsabilidad penal a los Jueces y Magistrados en el ejercicio de su función".

En otras palabras, mientras históricamente se despellejaba a los prevaricadores y se colgaban cuadros que sirviesen de ejemplo y tranquilizasen a los ciudadanos, ahora, aunque se regule penalmente la prevaricación, resulta que nadie aplica esa regulación.

Llamadme simple, pero observo que históricamente quien condenaba a los jueces prevaricadores era el Rey, mientras que ahora quien tiene que decidir si se les condena o no son los propios jueces. Y como nadie le pone el cascabel al gato, pues resulta que una prevaricación se resuelve... con otra prevaricación.

Aquí paz y después Gloria.

Y así andamos.