miércoles, 5 de septiembre de 2007

SOLO UN POCO DE CONSIDERACION



Para que la vida funcione medianamente bien, a veces basta con un poco de consideración y buena educación.

A finales del mes de julio pasado, se presentó un agente de la Guardia Urbana de Barcelona en mi despacho para entregarme una citación judicial: tengo que personarme mañana como testigo en un juicio de faltas que se celebra en Sant Feliu de Guíxols (Girona, a unos 100 km de Barcelona, para más señas).

La cosa tiene su gracia: en la cédula de citación, si bien aparece la dirección del juzgado, no aparece ningún número de teléfono (ya no digamos dirección de correo electrónico) al que poder llamar para saber algo, o interesarse por si se ha suspendido o no el juicio (algo bastante frecuente, por cierto) y evitarse uno el viajecito. Pero eso (la falta de un número de teléfono) creí que se solucionaba fácilmente. Abro el Google, me meto en la dirección del Ministerio de Justicia y busco el Juzgado y su teléfono. Ja, ja. Tras llamar al número que aparece en la web, aparece un mensaje de Telefónica diciendo que "ese número no corresponde a ninguna línea en servicio". Vaya por Dios. Busco el teléfono del Decanato, sigo el mismo proceso y, oh sorpresa, aparece el mismo mensaje telefónico. Nuevo intento, pero ahora a través de la página web del Departamento de Justicia de la Generalitat de Catalunya. Ahora sí que aparece un número al que llamo y me atienden (muy correctamente y sin tener que esperar, todo sea dicho).

Volvamos a la cédula de citación. Sólo se indica que debo asistir como testigo a un juicio de faltas por lesiones imprudentes (y voy a transcribir literalmente) "a denuncia de , contra, ", con los apercibimientos de que si no voy, multa que te crío. Total, que no sé (por la cédula) a qué voy, ni quién denuncia ni a quién.

Por la ubicación del juzgado, y haciendo memoria, supongo que debe ser por un accidente que presencié hace un año y en el que di mis datos personales voluntariamente a los perjudicados por si era necesario (pues hubo un lesionado, que era un niño de corta edad).

Me pregunto qué le costaría a la familia del lesionado (que tenía mis datos) hacerme una mísera llamada para advertirme o pedirme mi disponibilidad para asistir al juicio; me pregunto qué le costaría al abogado que les lleva el asunto haberme hecho una llamada en el mismo sentido (aunque sólo fuese por corrección profesional al saber que soy un compañero de profesión, y ya no digamos por una consideración de estrategia procesal, pues no sabe qué voy a decir ni si será a favor o en contra de sus intereses); me pregunto qué le costaría al juzgado ofrecer algún dato más sobre el asunto, o incluso informar acerca del derecho a ser compensado por el desplazamiento.

Pues nada. Esta noche me toca desplazarme a mis costas, pernoctar cerca del lugar a mis costas, ir a primera hora a un juicio de no sé qué, confiar en la memoria y esperar (de manera ingenua) que mañana, tras el juicio, a alguien se le ocurra agradecer las molestias. Cuestión de simple consideración y educación.

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