lunes, 17 de noviembre de 2008

SISIFO: YA LO SABÍAMOS





Sísifo, hijo de Eolo y Rey de Efira, fue condenado a cargar perpetuamente una piedra que tenía que llevar hasta la cima de una montaña; pero cuando llegaba a la cima, la piedra caía rodando y Sísifo tenía que volver a subirla.

Sísifo encarna, pues, el mito de la absurdidad del trabajo humano, y fue Homero quien nos explicó ya sus desventuras en la Odisea. Luego vinieron Albert Camus, los existencialistas y demás exponentes del absurdo para rematar algo consustancial al ser humano.

A veces pienso que Sísifo debería ser el patrón de los abogados: siempre empujando una pesada piedra para que, después de tanto esfuerzo, la piedra caiga rodando montaña abajo y tener que empezar de nuevo.

Los seres humanos (y los abogados, como subespecie de los mismos) nos pasamos la vida haciendo trabajos absurdos. Entendámonos: por absurdo quiero decir algo que no nos lleva a parte alguna.

Cuántas veces, convencidos de la razonabilidad de una pretensión o una interpretación legal, nos enzarzamos en procedimientos que sólo nos deparan disgustos. Horas y horas de estudio, de argumentos, y no sirven para nada. La justicia resuelve la cuestión con un zarpazo que cada vez deja heridas más profundas y que tardan más en curar.

Hace poco tiempo tuve la suerte (o la desgracia, aún no lo he sabido calificar) de acceder al comentario sincero de un juez acerca de lo que piensan sobre el trabajo de los abogados. El juez en cuestión, en un ataque de sinceridad, reconoció que "los jueces nunca nos miramos los argumentos legales que los abogados ponen en sus demandas y preferimos buscar nuestros propios argumentos".

Es cierto que, en ocasiones, algunos abogados utilizan, como único argumento legal en sus escritos el manido principio "iura novit curia" (por no saber, no saben siquiera que ese principio es, como buen principio, una declaración de buenas intenciones, mas no una prueba empírica ni una ley de la naturaleza). Y se quedan tan anchos.

Otros acaban confundiendo un proceso con una tesis doctoral o, lo que es peor, con una base de datos en soporte papel, transcribiendo páginas y páginas de sentencias.

Pero de ahí a que los jueces ni tengan en consideración la labor desplegada de buena fe por un abogado hay un abismo.

El reconocimiento del juez anónimo supone cargarse de un plumazo lo que dice la ley (véase, por ejemplo, lo que dice el art. 218 de la Ley de Enjuiciamiento Civil). Pero también supone un menosprecio a la labor de los abogados (al menos, de los que trabajan con un cierto sentido).

Pero ese comentario sincero de un juez no me pilla por sorpresa. Y estoy seguro que tampoco pilla por sorpresa a nadie que trabaje en los juzgados. Sencillamente, ya lo sabíamos.

Pero aunque las cosas sean así, me gusta explicar a algún cliente y a los alumnos que, a veces, el trabajo de un abogado llega a dar sus frutos (y no es absurdo). Y siempre pongo el ejemplo de un abogado que, hace años, defendió que las parejas casadas, cuando ambos miembros trabajaban, tenían derecho a hacer declaraciones tributarias (en el impuesto sobre la renta de las personas físicas) separadas. La ley entonces vigente obligaba a hacer declaraciones conjuntas y, como se sumaban las bases imponibles del marido y la mujer, eso provocaba que el tipo impositivo aplicable fuera superior al que se aplicaría si declarasen por separado. Perdió en toas las instancias (administrativa, contencioso administrativa, en el Tribunal Supremo). Pero seguía convencido de su postura y llevó el caso al Tribunal Constitucional. Y le dieron la razón. Y, por ello, tuvo que cambiarse la Ley del Impuesto sobre la Renta, para permitir que los esposos hicieran declaraciones conjuntas o separadas.

La noticia que apareció en la prensa fue: "El Tribunal Constitucional protege a los matrimonios frente al afán recaudador de Hacienda". En cambio, del abogado que perdió días y días en estudio, argumentos y disgustos, nadie dijo ni una sola palabra. No encontré ninguna noticia que dijese "Abogado lucha por la igualdad de las parejas casadas y se enfrenta a la ley, la Administración y los Tribunales".

Por una vez, a este compañero Sísifo la piedra se le quedó en la cima.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Asombroso. Gracias sinceras por todo lo enseñado.

En fin, pues parece, considerando esta vía, que la entrada de la obra de Camus está hecha precisamente a la medida para el cliente: No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, sino (-que-) apura el recurso hacedero.

Un saludo.

PD: Curiosamente me resulta imposible encontrar el nombre del abogado. En la STC 45/1989 de 20 de febrero no se menciona y las que ésta menciona a su vez como antecedentes (Sentencia de la Sala segunda de lo Contencioso-Administrativo de la audiencia territorial de Barcelona de 19 de junio de 1985 y Resolución del Tribunal Económico-Administrativo provincial de Tarragona de 28 de octubre de 1983) no soy capaz de encontrarlas ni siquiera a través del Westlaw. A ver si alguien tiene más suerte.