miércoles, 10 de septiembre de 2008

A DIOS PONGO POR TESTIGO





Una decisión de un Juez sustituto (Alfonso Rossi de Barbazzale), titular de un Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Alicante, ha causado conmoción. En un Auto dictado por este Juez en el que dejaba sin efecto una medida de alejamiento de una madre que maltrató a su hija (y que había sido acordada 4 días antes por el mismo Juzgado pero por el Juez anterior), dijo el juez sustituto: “Cuando me hice juez juré por Dios y prometí por la Constitución guardar y hacer guardar las leyes. Hoy es para el juzgador una tarea difícil y dolorosa, y pido a Dios que me asista en el cumplimiento de mi deber”.
La noticia aparece en: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/juez/revoca/nombre/Dios/auto/malos/tratos/elpepusoc/20070628elpepisoc_4/Tes
A partir de aquí, todo han sido quejas y lamentos: que si un Juez no puede basarse en sus convicciones personales, que si la religión debe quedar al margen de la administración de justicia, que un juez sólo puede basar sus decisiones en el Derecho, etc. Por ello, las más altas instituciones se han puesto en marcha para abrirle un expediente disciplinario y “depurar posibles responsabilidades”.

No voy a entrar en el análisis de la corrección o no de la decisión judicial (entre otras cosas, porque desconozco los antecedentes), pero no puedo resistirme a constatar lo que se me antoja un perfecto ejercicio de hipocresía institucional.

Resulta que al citado Juez todo el mundo quiere morderle la yugular (o cortarle la cabeza directamente), pero no por el hecho de lo acertado o disparatado de su decisión (total, ¡a quién le importa si la madre volverá o no a maltratar a su hija!), ni por si puede existir algún atisbo de prevaricación en su decisión, sino porque ha osado invocar a Dios en la resolución judicial y ha confiado en fuerzas sobrenaturales para que la inspiren. ¡Faltaría más! La definición de Justiniano sobre la jurisprudencia (Divinarum atque humanorum rerum notitia, iusti iniustique scientia; el conocimiento de las cosas divinas y humanas, la ciencia de lo justo y de lo injusto) es algo trasnochado y fuera de lugar en el siglo XXI.

Y digo yo: si tan pecaminoso es encomendarse a Dios para dictar una sentencia, ¿me puede alguien explicar por qué a los Jueces, cuando van a tomar posesión de su cargo, se les hace “jurar o prometer” que desempeñarán sus funciones acatando una serie de condicionantes? Así lo establece la Ley Orgánica del Poder Judicial (Ley 6/1985 de 1 de julio), al establecer en su art. 318 que: “1. Los miembros de la carrera judicial prestarán, antes de posesionarse del primer destino, el siguiente juramento o promesa:
Juro (o prometo) guardar y hacer guardar fielmente y en todo tiempo la Constitución y el resto del Ordenamiento Jurídico, lealtad a la Corona, administrar recta e imparcial justicia y cumplir mis deberes judiciales frente a todos.
2. El mismo juramento o promesa se prestará antes de posesionarse del primer destino que implique ascenso de categoría en la carrera”.

Algo así como lo que hizo Scarlett O’Hara en “Lo que el viento se llevó” cuando dijo solemnemente: “A Dios por testigo que jamás volveré a pasar hambre”, y todo el público se queda atónito y en silencio pensando: eso sí que es una promesa seria.

No olvidemos que un juramento es, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, “Afirmar o negar algo, poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas”.

Precisamente, el segundo Mandamiento, según el catecismo de la Iglesia Católica, nos dice “No tomarás el nombre de Dios en vano”, y se nos explica que está prohibido jurar en falso, porque ello supone invocar en una causa a Dios, que es la verdad misma, como testigo de una mentira. «No jurar ni por Criador, ni por criatura, si no fuere con verdad, necesidad y reverencia» (San Ignacio de Loyola). Por ello, se considera perjurio, según la iglesia, hacer, bajo juramento, una promesa con intención de no cumplirla, o bien violar la promesa hecha bajo juramento. Es un pecado grave contra Dios, que siempre es fiel a sus promesas.

O sea, que para ser Juez hay que jurar por Dios (o ante Dios) –tal vez porque el receptor del juramento confía más en Dios-, pero al trabajar hay que olvidarse de Dios.

Creo que aquí hay algo que falla. O dejamos entrar a Dios en la administración de justicia, o no le dejamos entrar. Pero eso de quedarnos a medio camino me suena hipócrita.

Hay quien para encontrar la inspiración escucha música, pasea, practica yoga, vedanta, bebe como un cosaco o se droga. Al juez que ahora nos ocupa le va lo de encomendarse a Dios. ¡Allá él! Yo, a lo único a lo que aspiro, es a obtener de ese juez una decisión razonada y razonable dentro de lo que permita el Ordenamiento Jurídico.

Otra cosa es que al Juez en cuestión se le hayan detectado, con posterioridad a los hechos relatados, otras manchas, como que era administrador de una sociedad mientras ejercía como juez (lo que está prohibido legalmente), o que se le haya atribuido judicialmente (pese a su oposición) una paternidad no matrimonial fruto de una relación con una alemana residente en Dènia (http://www.diarioinformacion.com/secciones/noticia.jsp?pRef=2090_12_646658__Alicante-juez-invoco-Dios-administra-empresa-pesar-prohibe). Sin duda, otro mal ejemplo de hipocresía. Y por eso, quizás, por haber jurado en falso e invocar a Dios en vano, está ahora recogiendo los frutos de su simiente cosechada. Para que luego digan que dios no pinta nada y que el juramento de la LOPJ es un puro formalismo o rito simbólico.

No hay comentarios: