martes, 14 de noviembre de 2006

¿JUGAMOS CON LAS PALABRAS?

La diplomacia es una función difícil de entender, algo así como un muérdete la lengua y saca lo que puedas, pero saca algo.
A raíz de los ataques militares realizados por Israel contra la población palestina de Beit Hanún (Gaza), donde murieron gran número de civiles (algunos de ellos niños como el de la fotografía que publicaba la agencia Reuters), los ministros de Exteriores del mundo mundial se reunieron en el Consejo de la ONU. Unos pedían que se condenase el ataque; otros, que no se dijese nada; y, después de largas horas de negociaciones (??), reuniones, llamadas y corrillos, se consensuó una declaración en la que, para estar todos contentos, en lugar de condenar el ataque, se decía que se deploraba la inaceptable operación militar.
Curiosa profesión la de diplomático si consiste en jugar con las palabras para que todo el mundo sepa de lo que se habla (que se han matado inocentes), se contente a todos (especialmente a Reino Unido y Holanda, que no les parecía bien condenar nada), pero no se haga nada, y aquí paz y después gloria (pues no se prohibe nada, luego se puede seguir atacando -eso sí, sin que salgan niños en la foto).
A lo que íbamos: la dolorosa cuestión de las palabras.
Resulta que condenar, tiene dos posibles acepciones: imponer una pena o sanción al culpable, y reprobar unos hechos que se tienen por malos o perniciosos. Lógicamente, para no herir sensibilidades (británicas y holandesas en este caso), se pensó que condenar, en su primera acepción, no era apropiado, pues ello podría suponer un castigo a un país (Israel) que no se permitiría por algunos (supongo que Estados Unidos, que paga mucho a la ONU y tiene, además, derecho de veto); y para evitar dudas interpretativas se puso la maquinaria diplomática a bucear en el diccionario a la búsqueda de una palabreja que pusiese de manifiesto lo que todos pensaban: la putada de la acción militar, la terrible injusticia de matar a niños inocentes.
Y la encontraron: ahora ya no se condenan las putadas ni las injusticias, simplemente se deploran. Porque resulta que deplorar significa sentir viva y profundamente un suceso.
Así, si comparamos los dos verbos veremos que mientras condenar define una acción que requiere exteriorización por parte del sujeto (exteriorización que consiste en imponer una pena o castigo a otro sujeto), deplorar, por el contrario, define una acción que se queda en el ámbito puramente interno (es un simple sentimiento).
Es algo así como lo que se enseña en la carrera de Derecho cuando se pretenden estudiar las diferencias entre Derecho y Moral, diciéndose que son cosas distintas pues mientras el Derecho lo integran normas de conducta coercibles frente a todos, la Moral, por el contrario, se contrae a la esfera íntima de un sujeto y no puede exigirse su cumplimiento coactivamente.
Trasladado ello al mundo de la ONU (que a veces pienso que no es nuestro mundo) significaría que matar a inocentes en un ataque militar es doloroso moralmente, pero no es sancionable jurídicamente.
No puedo evitarlo: este (otro) penoso espectáculo de la ONU me recuerda aquella resolución, también de la ONU, que legitimaba la guerra contra Irak por el hecho de que existía la sospecha (totalmente infundada) de que disponía de armas nucleares o químicas. Y no puedo seguir evitándolo: al parecer, para la ONU, una simple sospecha justifica una condena, pero una masacre de inocentes no.
¿JUGAMOS CON LAS PALABRAS, O JUGAMOS CON LAS VIDAS?

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