viernes, 25 de septiembre de 2009

DIVERSIDAD SEXUAL Y DERECHO




Ciertamente, el sexo es uno de los motores de la vida humana, tanto desde el punto de vista biológico como social.


A estas alturas del siglo XXI, pocas sorpresas nos puede deparar ya la biología o la sociología sobre la práctica del sexo. Y es que para para formas, posturas y gustos, los colores.


Pero ocurre que el sexo, que tantos placeres da a los humanos, puede acabar actuando en contra de los mismos, ya sea en su integridad física, psicológica o en su dignidad.


Ahora voy a referirme a los supuestos "desviados" (o, como decía Torcuato Luca de Tena, a esos "renglones torcidos de Dios").


La semana pasada asistí al acto de entrega de diplomas a los alumnos de uno de los Masters en los que imparto algunas clases. A dicho acto asistió la Consejera de Justicia de la Generalitat de Catalunya (Montserrat Tura) quien hizo un discurso, por el que la felicité, acerca de los valores que deberían tener los abogados en mente a la hora de ejercer su profesión. Entre otras cosas realmente dignas de recordar, dijo que el abogado tiene que luchar por la consecución de los derechos y libertades, sin miedo, pues si no actuamos así, no somos dignos de tales derechos y libertades.


El discurso, realmente positivo y adecuado al acto solemne, no tiene relación con lo que estoy tratando en este post, pero sí lo que, curiosamente, hizo la misma Consejera ese mismo día en otro ámbito distinto del académico. Resulta que presentó oficialmente el llamado "Protocolo de tratamiento farmacológico coadyuvante en la intervención de los delincuentes sexuales".


A grandes rasgos, se trata de una serie de medidas terapéuticas a adoptar sobre ciertos delincuentes reincidentes en materia sexual (concretamente, para casos de pedofilia, sadismo sexual, trastorno sádico de la personalidad, o agresores sexuales en serie).


Las medidas consisten en el suministro a los delincuentes (siempre con su consentimiento informado y bajo controles especiales) de fármacos hormonales o psicoactivos, cuya misión es la de reducir la producción de hormonas en los testículos o evitar sus efectos sobre el cerebro o los órganos genitales.


La noticia es sorprendente, mas no por su novedad, sino por lo que supone reconocer que a los seres humanos, para protegernos de nuestros congéneres, ya no nos basta con el Derecho y sus formulaciones tradicionales (delito, juicio, castigo, privación de libertad). Eso ya no basta. Tenemos que acudir a la ciencia, a la tecnología, a la farmacología, delegándose, así, la protección tradicionalmente encomendada a los jueces y a la administración, hacia otros profesionales y empresas: médicos, psicólogos, psiquiatras o laboratorios farmacéuticos.


Precisamente a propósito de esta delegación hacia otros sujetos (a menudo ya de tipo privado), han saltado a la luz esta semana las presuntas irregularidades cometidas por una empresa encargada por la Consejería de la Comunidad de Madrid de suministrar y controlar a los agresores sexuales las famosas "pulseras" (pues, al parecer, cuando se disparaba el aviso de acercamiento, algunos trabajadores de la empresa se ponían en contacto con el agresor y le permitían saltarse la prohibición de acercamiento).


Ya no nos debe sorprender la ciencia ficción.


El Protocolo presentado por la Consejera que estoy comentando no sé si es bueno o malo. Sólo quiero destacar que me deja sobrecogido en tanto en cuanto refleja la debilidad del ser humano y nos alerta de los peligros a los que está sometido.


Los recién licenciados, o nuevos Masters, deben también conocer esta triste faceta de nuestra profesión: la búsqueda de la justicia en medio de las peores miserias humanas.

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