
La triste historia del Sr. John Merryck, llevada al cine bajo el título de "El Hombre Elefante", ha marcado mis pensamientos desde que la vi. Especialmente aquella escena en la que, tras ser tratado como un bicho raro de feria y ser cruelmente maltratado, dijo, como un lamento salido de lo más profundo de su ser: "¡Yo no soy un animal; soy un hombre; soy un ser humano! ¡Yo también tengo sentimientos!". Sencillamente estremecedor.
¿Por qué, ahora, rememoro una de las mejores y más dramáticas, escenas del cine? Pues porque acabo de leer la noticia relativa al juicio celebrado ayer contra el Juez Regadera (ex Juez Decano de Barcelona) y su esposa (Notaria, creo, y no sé si ya ex-esposa del ex-Juez Decano) por violencia doméstica.
Muy sintéticamente, al parecer, la esposa descubrió una infidelidad de su esposo, llegó a casa, discutieron y se causaron, recíprocamente, diversas lesiones que van desde las magulladuras tan tristemente habituales, hasta las mordeduras y el intento de presión en los genitales masculinos (la verdad, me cuesta un poco de imaginar la situación si el hombre está vestido y no usa prendas excesivamente ajustadas, pero es cierto que la realidad siempre supera la ficción).
Se han publicado las declaraciones de ambos en el acto del juicio con bastante detalle. Pueden leerse en el periódico El País (
http://www.elpais.com/articulo/cataluna/mujer/ex/juez/decano/dice/intento/matar/declara/defendio/elpepiespcat/20090916elpcat_7/Tes)
No me interesan los detalles, más o menos escabrosos, ni más o menos sorprendentes (como que el Juez declarase que, después de la discusión, saliera a la terraza a tomarse un vaso de agua fría -ya se sabe que contra el acaloramiento, nada mejor que un buen vaso de agua fría tomado el fresco en la terracita del lugar de los hechos, frente a la habitación de los tormentos-).
A mí lo que me interesa destacar es que estos desagradables sucesos (que nunca deberían suceder, pues dicen muy poco, y malo, de las personas a quienes afecta), y muy especialmente el hecho de que sea un Juez uno de los protagonistas, seguro que habrán hecho al Juez plantearse más de una cuestión trascendental sobre su función y modus operandi en su trabajo diario.
Me explico: es conocido por los profesionales que andamos por los Tribunales el trato (demasiado frecuente, por desgracia) frío, distante, a veces grosero (cuando no despectivo) o sumamente autoritario que despliegan algunos jueces frente a las partes afectadas y los profesionales que las defienden cuando ejercen sus funciones, y más concretamente, durante los juicios.
Suelen olvidar estos (malos) jueces que nadie (salvo los querulantes -lo cual, al parecer, es un trastorno mental-) acude a los Tribunales ni para perder el tiempo, ni para divertirse. La gente acude a los Tribunales, muy a su pesar, para que "se haga justicia" ante algo que, para el afectado, le causa un daño o un temor, o para que alguien le reconozca sus derechos. En definitiva: para cualquier persona, ir a un Juzgado es un mal trago y piensa, generalmente, que su problema es el más grave (de los que a ella le afectan).
¿Y qué sucede cuando acude a un Tribunal? Pues que, a veces, le apremian para que "abrevie" sus explicaciones, no le miran a los ojos, no le piden disculpas si el juicio empieza tarde, le formulan preguntas agresivas como si ya se hubiese determinado su culpabilidad de antemano, no le perdonan que (debido a los inevitables nervios de quien acude a un lugar inhóspito y cargado de ritualismo pseudo-sagrado) pueda estar confundido o explicarse mal, ni le dan explicaciones acerca de cómo funciona la justicia.
Sólo por eso (para comprobar qué siente la persona que está frente a los jueces) es muy interesante que los Jueces vayan de acusados, de partes afectadas e interesadas en el conflicto que se debate. Sólo así vivirán en sus carnes lo que puede suponer estar nervioso y temeroso de cuál va a ser la decisión o solución al problema que adoptará una persona a la que no conoce y que le ha mostrado tener escaso interés en su problema.
Otra escena de vídeo que vale la pena ver es el juicio que tuvo lugar contra el Juez Ferrin Calamita por prevaricación. Estaba sudoroso, tartamudeaba al responder, sufría lapsus mentales, lloraba, le temblaban incontroladamente las manos y se requebrajaba su voz, que se oía muy ténue (especialmente si se la compara con el tono casi militar con que trataba a las personas que pasaban por su juzgado de Familia y la forma en que redactaba sus resoluciones).
Otra cosa es que, los Jueces, cuando juzgan a otros jueces, relajen esas conductas que critico (véase el vídeo de Ferrín Calamita, por ejemplo, en la que el tribunal le permitió al juez acusado declarar sentado en el lugar de los abogados, le invitó, amablemente, a beber agua -fresquita, supongo también-, a calmarse y a tomarse el tiempo que necesitase para tranquilizarse). Eso demuestra que la discriminación y el trato de favor existen, independientemente de cuál sea la sentencia final.
Si los Jueces acusados (Ferrín Calamita, Regadera o quien sea) hubiesen visto "El Hombre Elefante", y durante el juicio hubiesen recibido el trato descortés que dispensan algunos, seguro que en su mente, y para el resto de sus días, retumbarían las desgarradoras palabras de John Merryck:
"¡Yo no soy un animal!; ¡soy un hombre!; ¡soy un ser humano!; ¡yo también tengo sentimientos!"